La ciencia nos dice que el universo es participativo. Que todos, distintos como somos, somos únicos y necesarios. Responsablemente necesarios, para dar y para recibir.
También nos dice que cuando un sistema se construye alrededor de un propósito o proyecto, y se rige por una conexión y comunicación participativa, atento a que ninguna de sus partes pierda su originalidad (lo que sería su dignidad, respeto y derechos en el caso humano), el sistema avanza creativamente porque se auto organiza para poder resolver cualquier situación que ponga en riesgo o amenace su estabilidad, incluso si esa resolución implica una nueva organización interna del sistema, o incluso de cada una de las partes, que escogen libremente cambiar y transformarse para que ni ellas, ni el sistema ni su propósito mueran.
En el caso humano, podemos hablar de “cambiar para no abandonar el propósito” y recuerdo una bonita frase de Isidre Esteve, motorista de rallyes que tras un accidente con la moto sufrió una lesión medular: “En la vida hay que saber cambiar para seguir haciendo lo que a uno más le gusta”.
Por ello, podríamos decir que cuando nos damos cuenta que parte de nuestra vida está en que la vida global continúe, no morimos nunca. Ese es uno de los por qués las personas elegimos tener hijos, o el por qué las artistas creamos, o el por qué las personas nos entregamos a causas solidarias.
Os dejo con un texto de Rudyard Kipling, que seguro no os dejará indiferentes:
No quise dormir sin sueños: Y elegí la ilusión que me despierta, el horizonte que me espera, el proyecto que me llena, y no la vida vacía de quien no busca nada, de quien no desea nada más que sobrevivir cada día.
No quise vivir en la angustia: Y elegí la paz y la esperanza, la luz, el llanto que desahoga, que libera, y no el que inspira lástima en vez de soluciones, la queja que denuncia, la que …se grita, y no la que se murmura y no cambia nada.
No quise vivir cansado: Y elegí el descanso del amigo y del abrazo, el camino sin prosas, compartido, y no parar nunca, no dormir nunca. Elegí avanzar despacio, durante más tiempo, y llegar más lejos, habiendo disfrutado del paisaje.
No quise huir: y elegí mirar de frente, levantar la cabeza, y enfrentarme a los miedos y fantasmas porque no por darme la vuelta volarían.
No pude olvidar mis fallos: Pero elegí perdonarme, quererme, llevar con dignidad mis miserias y descubrir mis dones; y no vivir lamentándome por aquello que no pude cambiar, que me entristece, que me duele, por el daño que hice y el que me hicieron. Elegí aceptar el pasado.
No quise vivir solo: Y elegí la alegría de descubrir a otro, de dar, de compartir, y no el resentimiento sucio que encadena. Elegí el amor.
Y hubo mil cosas que no elegí, que me llegaron de pronto y me transformaron la vida. Cosas buenas y malas que no buscaba, caminos por los que me perdí, personas que vinieron y se fueron, una vida que no esperaba.
Y elegí, al menos, cómo vivirla.
Elegí los sueños para decorarla, la esperanza para sostenerla, la valentía para afrontarla.
No quise vivir muriendo: Y elegí la vida. Así podré sonreír cuando llegue la muerte, aunque no la elija… …porque moriré viviendo.
Yo también elijo la vida, te apuntas?
Gemma Segura Virella
Me encantan tus mensajes Gemma! Eres inspiración siempre en el momento oportuno!
Moltes gràcies preciosa. És un luxe tenir persones com tu en el camí de vida! 😉 Una forta abraçada!
Me apasiona leerte.Esto sí que es tener suerte en esta vida. Leer lo creado en el tiempo casi como si fuera un directo, online y llenando el alma.
Gracias amiga. La suerte es justamente esa: tenernos en la vida y llenarnos el alma. Un abrazo!