La conciencia sumergida es ese estado tan particular de la mente cuando se encuentra intensamente absorta, pero sin pensamiento voluntario, porque solo está en la experiencia.
Meditar con plena conciencia no es analizar el instante presente. Es probarlo, sentirlo, con todo el cuerpo, sin palabras. Prescindir durante un tiempo del lenguaje para atravesar momentos de nuestra vida no es ni habitual ni cómodo ni tampoco fácil al principio. Se trata de sentir, solo sentir y conectarse.
La conciencia sumergida no reacciona ante lo que ve, simplemente ve y comprende sin palabras. Las palabras pueden ayudarnos mucho en ciertos momentos para nombrar un dolor, una alegría, un sentimiento. Pero muchas veces, cuando se trata de expresar la complejidad de lo que sentimos, las palabras se nos quedan cortas; puede que hasta impidan nuestra experiencia. Hay momentos en los que es mejor no decir nada, momentos en los que hay que aceptar pasar por la realidad de modo diferente: sintiendo y experimentando.
Recuerdo que en una de mis formaciones para instructora de mindfulness el profesor nos propuso un ejercicio que nos pareció bastante raro:
Nos reunió a todos formando un círculo y luego nos pidió dar un paso al frente. Tras unos segundos en silencio, nos dijo: “Y ahora, intentad no haber dado ese paso.”
Nunca en mi vida, hasta entonces, había escuchado ni vivido algo tan sorprendente acerca de la inanidad. Y sobre todo, nunca había comprendido con tanta claridad la diferencia entre la enseñanza que utiliza la palabra y la que utiliza la experiencia. A través de mi perplejidad, la duda y la turbación de mi mente y mi cuerpo, no supe reaccionar, pero comprendí en lo más profundo la diferencia entre el pasado, el presente y el futuro; la diferencia entre el hacer y el ser; la diferencia entre lo que digo y lo que experimento; la diferencia entre el aquí y el ahora.
El mindfulness nos enseña que la experiencia es tan importante, o incluso más, que el saber. Leer acerca del mindfulness (que es necesario), no es lo mismo que practicarlo; escuchar una meditación para comprender su contenido, no es lo mismo que hacer el ejercicio de la meditación; pensar en la respiración, no es lo mismo que respirar.
La experiencia, como vía de acceso a la realidad, no sustituye al saber, la razón o la inteligencia, sino que los completa. Y no hay nada más simple que la experiencia, basta con dedicarle algo de tiempo y probar. Para mirar, escuchar y sentir es necesario suspender nuestros actos o nuestro movimiento.
Te propongo un pequeño y fácil ejercicio: durante tres minutos cierra los ojos y sé consciente de ello. Observa de qué se compone tu experiencia de estar aquí y ahora. Solo tres minutos.
¿Qué sucede?… Ya me contarás…
Gemma Segura Virella
La experiencia se traduce en un acallar de la mente, una quietud que nos permite resetear nuestra actividad. Es como ese ordenador al que le hemos dado más órdenes de las que debíamos y se ha “colgado”…no nos queda otra que resetear para comenzar de nuevo si no queremos estar con continuas interrupciones.
La vida diaria, el trabajo, la familia..todo ello inunda nuestra mente de datos, preocupaciones, ansiedades, incertidumbres y toda clase de ruidos que van a configurar una radio interior que vamos a escuchar constantemente, no permitiéndonos pensar con claridad, concetrarnos o tener una visión nítida y clara del momento, desembocando en el maldito stress que azota nuestra sociedad.
Experiencias tan simples como la que propones son sin duda una gran ayuda para superar esos momentos de ruido mental…esos bloqueos que no nos permiten avanzar..la tan temida ansiedad que paraliza nuestra actividad.
Gracias Gemma por divulgar acciones tan sencillas pero tan importantes para la vida diaria.
Tan fácil que parece y tan difícil en la práctica: Silencio. Esa es la clave para recuperar la paz, el bienestar y la serenidad: Silencio mental, para poder percibir los mensajes del alma.
La herramienta está en nosotros: respirar, respirar y respirar. Respirar desde la conciencia de hacerlo.
Como bien dices: sencillo!
Gracias Alvaro!
Hola Alvaro,
bajo mi punto de vista todo lo que relatas sobre el stress y sociedad son… excusas!! No te lo tomes a mal, no intento atacar a nadie con mis palabras… pero nos cuentas una realidad que existe, es palpable en el 80% de las personas de este país y sabemos que es lo que lo causa. En nosotros está pertenecer a ese porcentaje o no, si cada uno de nosotros viviera en el ahora, respirara, escuchara… hay tantos trucos!! Yo te voy a enumerar los que me han servido para silenciar mi ruido:
* No hablo por hablar.
* No siempre tengo algo que decir.
* No comparo mi vida con la de nadie.
* Respiro, respiro y respiro.
* Pienso en que cada una de las cosas que me suceden forman parte de la escultura de mi vida y son necesarias para darle forma, ya sean buenas o malas.
* Escucho, solo escucho.
* Estoy, solo estoy.
* No me cuestiono cuando tomo una decisión, la maduro antes y soy consecuente con los actos.
* No veo la TV.
* No tengo Whatsap.
* No me siento culpable.
* No culpo a nadie de mis sentimientos.
* Ayudo a todo aquel que se cruza en mi camino.
* Me alejo muy rápido de todo aquello que no me deja avanzar o es negativo para mi.
* No tenerle miedo a la ansiedad, es una maestra.
Y con el paso del tiempo saldrán más… por mi experiencia vivida, que es la sabia de mi ser…
No sabemos lo que no es tener nada ni a nadie.. nos sentimos solos estando acompañados.. decimos que no tenemos cuando podemos comer un plato cada día y dormir bajo un techo.. nos dan miedo las enfermedades y ni siquiera nos da por conocernos y saber el porqué se manifiestan.. sentimos culpa por casi todo, una culpa que nos hunde en lo más profundo.. ruido, ruido, ruido.. pasado y futuro.. como si no existiese el presente… el presente de saber lo especial que eres, de sentir tu ser, de maravillarte con tu persona, de ser, fluir..
Cada vez que siento ruido en mi mente.. respiro y pienso: “Esta no soy yo, no merece la pena perder más tiempo en esto, soy linda y maravillosa”, y con este mantra dejo de pensar y vivo el ahora.
Un gran abrazo compañero,
Bly.