Hace unos días finalicé la relectura del libro de Miríam Subirana, La Gran Liberación. Me sirvió para volver a conectar, de una forma clara y diáfana, la diferencia entre el Mindfulness y el Heartfulness. Desde el heartfulness se hace evidente que el mindfulness se queda corto, que no es posible utilizar la palabra “mente” para designar un modo de vida en el que primordialmente se promueve actuar desde el corazón.
Según Subirana la gran liberación tiene que ver con trascender el ego y vivir nuestra identidad (nuestro verdadero ser) de forma genuina. Un vida sin ruidos, pensamientos inútiles o sentimientos innecesarios. En definitiva, un estado de consciencia plena que incorpore el mindful y el hearful a la vez. Una forma de vida conectada, desde un corazón generoso, compasivo, respetuoso, despierto, abierto y consciente y creando relaciones positivas que incidan en nosotros, en nuestro entorno y en el mundo.
Otro de los extraordinarios libros que también tiene relación con la idea de vivir nuestra identidad de forma verdadera es The Hearts Code, de Paul Pearsall. En él se describe el funcionamiento del corazón y se introduce la idea de una energía universal asociada a este órgano. De este modo el corazón no se limitaría a ser solamente una extraordinaria bomba de doble cámara, sino que pasaría a representar el centro neurálgico y gestor de nuestra existencia. Tanto energéticamente, generando un campo magnético cinco mil veces más potente que el genera el cerebro, como funcionalmente almacenando en sus células nuestras más íntimas tendencias y actitudes ante la vida y todo lo que ella representa.
Me faltan conocimientos y criterio para poder evaluar este libro, pero considero que su lectura puede sumirnos en una profunda reflexión acerca de nuestra verdadera naturaleza. Nuestra razón de ser probablemente no esté tan vinculada al cerebro como actualmente se predica. Vivimos en una época en la que este órgano esta siendo idolatrado en gran medida como único responsable de nuestras experiencias.
La moderna neurociencia parece en muchas ocasiones empeñada en encontrar los mecanismos cerebrales que hacen que nos sintamos de una manera determinada. Una vez descubiertos estos mecanismos se deduce una relación de causalidad directa entre ambos elementos. Pongamos, por ejemplo, que se observa que una región determinada del cerebro se activa cuando una persona siente alegría. De este hecho podría deducirse que esa alegría se produce gracias a la activación de esas áreas concretas del cerebro. En raras ocasiones se plantea otra posibilidad, sin embargo existen otras posibles interpretaciones.
Una explicación alternativa de esta causalidad nos viene dada al considerar el concepto de correlación. La correlación implica ocurrencia simultanea pero no causalidad. En este ejemplo, bajo una perspectiva de correlación, podríamos decir que cuando sentimos alegría se activan ciertas áreas cerebrales y punto Según este punto de vista la ocurrencia conjunta no implica que uno de los dos fenómenos haya sido originado por el otro.
Rizando aún más el rizo podríamos incluso afirmar que el estar alegre es lo que produce que ciertas áreas del cerebro se activen. La verdad es que en muchísimas ocasiones no hay modo alguno de saberlo: ¿estamos alegres porque se activan ciertas áreas del cerebro o el hecho de estar alegres es lo que origina que esto ocurra?
El cerebro es impaciente, egoísta, arrogante y cruel, explica el Dr. Pearsall. Por lo tanto, el cerebro mata el corazón. Por otro lado, el corazón muestra paciencia, unidad armoniosa, amenidad agradable, humilde modestia y tierna bondad.
“Si pudiéramos desbloquear el código del corazón y vivir según éste” dice Pearsall, podríamos descubrir nuevas formas de entender esas curaciones misteriosas, podríamos aumentar nuestra conciencia e incluso crear una forma de vida en torno a la alegría y la salud.
Sabemos que el corazón ama y siente pero ¿es posible que también piense, recuerde, se comunique con otros corazones, ayude a regular la inmunidad y contenga información almacenada circulando a través de nuestro cuerpo? Algunas investigaciones sobre la memoria celular apuntan a que es el corazón y no el cerebro el recipiente de los secretos que conectan la mente, el cuerpo y el espíritu. Si ponemos más corazón en nuestras vidas tal vez descubramos nuevas formas de comprender la consciencia y la sanación humana. Vivimos en un mundo regido por el cerebro. Disfrutamos de los inventos y la tecnología pero el corazón nos pregunta si podremos sobrevivir en este mundo tan cerebral.
Aunque se pueden hacer múltiples críticas a la tesis Pearsall, no se puede negar que su obra ofrece una magnífica combinación de ciencia y testimonios que permite percibir la inteligencia del propio corazón. Pearsall propone, en su libro, la práctica de la cardio-contemplación, derivada de la técnica de cuadro congelado desarrollada por investigadores del Instituto de HeartMath (California), en la que se propone que congelemos las situaciones o las escenas de estrés para poderlas considerar desde una perspectiva más calmada y centrada en el corazón. Esta técnica involucra el permanecer inmóviles, quietos y permitir que ocurra la respuesta de resonancia. Sin duda se trata de una vía interesante para silenciar nuestro agitado cerebro. La probaremos en alguna sesión de Mindfulness 😉
Retomando la idea inicial, estoy convencida que debemos reclamar y apostar por el concepto Heartfulness, porque hace referencia al corazón, a pesar de ser todavía un gran desconocido.
Gemma Segura Virella
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