El ascensor del éxito suele estar estropeado, por eso hay que subir la escalera peldaño a peldaño. Joe Girard.
Que el camino al éxito -nada más y nada menos que conseguir aquello que deseas- no pueda hacerse en ascensor y sea necesaria una escalera, no es para hacerlo difícil y doloroso. Es, simplemente, porque cada peldaño necesita su tiempo, necesita su experiencia y necesita que pases por él. En realidad, cada paso es un pequeño triunfo que te lleva al éxito final.
En realidad, nuestra vida es como una larga escalera. Peldaño a peldaño visualizamos y experimentamos los rellanos, cada peldaño nos permite ganar perspectiva para llegar al siguiente rellano. Como decía Francisco de Asís, “en todo proyecto lo mejor sería comenzar con lo necesario, avanzar en la conquista de lo posible, seguir sembrando posibilidades, creando circunstancias hacia lo anhelado, y perseverando conquistaremos lo que parecía imposible cuando comenzamos a andar“.
Un cuento sufí glosado por el místico y espiritual indio Osho, entre otros, explica lo que un rey pidió a los sabios de su corte:
– Me estoy fabricando un precioso anillo y quiero ocultar bajo el diamante algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación. Tiene que ser muy breve de modo que pueda esconderlo allí.
Aquellos eruditos habían escrito grandes tratados, pero no sabían cómo darle un mensaje de solo dos o tres palabras que pudiera ayudar a su rey en esos momentos en los que él consideraba que esa ayuda podría marcar la diferencia.
Sin embargo, el monarca tenía un anciano sirviente que era como de la familia, el cual le dijo:
– No soy un sabio, ni un erudito, pero conozco el mensaje que buscas, porque me lo dio un místico hace tiempo.
Dicho esto, el anciano escribió tres palabras en un pequeño papel, lo dobló y se lo entregó al rey con la advertencia.
– No lo leas, mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo solo cuando todo haya fracasado y no encuentres salida a tu situación.
El momento llegó cuando el país fue invadido y el rey tuvo que huir a caballo para salvar la vida mientras sus enemigos le perseguían. Finalmente, llegó a un lugar donde el camino se acababa al borde de un precipicio.
Entonces se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró el siguiente mensaje: “Esto también pasará”.
Mientras leía aquella frase, los enemigos que le perseguían se perdieron en el bosque, al errar el camino, y pronto dejó de oír el trote de los caballos.
Tras aquel sobresalto, el rey logró reunir a su ejército y reconquistar el reino. En la capital hubo una gran celebración y el monarca quiso compartirlo con el anciano, a quien agradeció aquella providencial perla de sabiduría. El viejo le pidió entonces:
– Ahora vuelve a mirar el mensaje.
Al ver la cara de sorpresa del rey, explicó:
– “No es solo para situaciones desesperadas, sino también para las placenteras. No es solo para cuando estás derrotado; también sirve cuando te sientes victorioso. No es solo para cuando eres el último, también para cuando eres el primero”.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y entonces comprendió.
– Recuerda que todo pasa –le recordó el viejo sirviente–. Solo quedas tú, que permaneces por siempre como testigo.
Como en este cuento tradicional, si entendemos que las emociones no somos nosotros, sino que se trata de estados transitorios de nuestra mente para adaptarnos a la vida, dejaremos de sentirnos sobrepasados por ellas. Las emociones son una brújula, pero nosotros decidimos el rumbo de nuestra existencia.
En realidad, el futuro es presente porque el mañana es lo que construimos hoy. Por eso merece la pena no olvidar que los peldaños de lo que está por venir se asentarán sobre la firmeza que construyamos en los escalones de hoy. Y cada escalón andado es una obra en sí misma que se merece ser pisada fuerte y bien.
“No me preguntes hacia donde me dirijo, ya que viajo por este mundo ilimitado, donde a cada paso que doy es mi hogar”. Es una frase de la película: Zen. La vida de Dogen, de Tanmei Takahashi.
Gemma Segura Virella
Me ha recordado al poema de Machado:
Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.
Nunca perseguí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse…
Nunca perseguí la gloria.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar…
Gemma poeta!!
jajajajaja!!!! eso de “poeta” me parece que me viene grande 🙂
Abrazos y gracias de todos modos amigo!